Vergüenza, palabra con tantas definiciones, pero con ningún significado. Palabra que actualmente ha perdido todo su sentido, y con ella otras palabras como valores, ética, honra, decencia... y sentido común; todas ellas definidas perfectamente en el DRAE, libro que debería ser de cabecera para todo el mundo, tanto más cuanto más responsabilidades públicas tenga la persona.
Vergüenza deberían sentir jueces que cargan viajes a cuentas públicas, gestores que llevan a sus negocios financieros a la bancarrota, políticos que sirven a intereses meramente económicos, olvidándose por completo de la gente a la que sirven, cargos públicos que se han lucrado a costa del erario público y tienen el descaro de declararse inocentes y que, en un acto de corporativismo, salen indemnes de pantomimas disfrazadas de justicia.
Vergüenza deberían tener todas las personas que durante una época de burbujas se han lucrado, se han enriquecido sin saciarse a costa de las familias, a costa de la gente que depende de una nómina, y encima llevan su dinero a paraísos fiscales o lo meten en artificios financieros que les desgravan o evitan la intervención del fisco no vaya a ser que tengan que colaborar en la construcción de un país que, como siempre, se lo cargan sobre los hombros los curritos que apenas pueden llegar a fin de mes.
Vergüenza deberían sentir y a raudales, los dirigentes que han permitido la especulación y el lucro con productos de primera necesidad, privando a millones de personas en todo el planeta del acceso a los alimentos más básicos en una era donde se producen alimentos para suministrar dos o tres veces a todos los habitantes de este lugar llamado mundo.
Vergüenza deberían tener aquellos que han conducido a un país, a un continente, al mundo a un caos económico sin precedentes que sin lugar a dudas se veía insostenible desde hace veinte años y encima echan balones fuera culpando a las familias que "han vivido por encima de sus posibilidades", a los funcionarios "porque tienen una plaza fija y son demasiados", a los trabajadores "porque tienen muchos derechos laborales y un despido muy caro", a los pensionistas "porque cobran mucho de pensión y abusan de la sanidad", a los inmigrantes "porque nos han quitado el trabajo que había y han abusado también de la sanidad".
Deberían vivir en la vergüenza continuada aquellos que esgrimiendo mentiras o medias verdades justifican el desmantelamiento de un bienestar social que, lejos de llegar a ser plenamente satisfactorio, si que servía para tener atendidos a los más desfavorecidos.
Vergüenza, ójala mueran de vergüenza aquella gente que bajo la bandera de salvar a la banca para salir de una crisis provocada por especuladores, recortan en la solidaridad, en las familias desahuciadas, en los enfermos...
Vergüenza, hace falta que el mundo se redefina y empiece a recuperar el sentido de las palabras.
Vergüenza siento yo de ver el mundo en que vivimos actualmente.
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