lunes, 10 de septiembre de 2012

DE LA ENERGÍA EN TIEMPOS DE CRISIS

No es la primera vez, ni será la última, en la que escriba sobre algo tan preocupante como la política energética y sus causas y consecuencias.

La actualidad se impone y tiene varios frentes abiertos, desde hace unos meses con las cuencas carboníferas y las renovables, y en estos días Garoña vuelve a saltar a las portadas de los medios de comunicación.

Carbón y nuclear, ambas energías actualmente utilizadas con un fin, producir electricidad para que la población, que la paga a precio de oro, pueda realizar sus actividades diarias, pueda calentarse en invierno o refrescarse en verano, o simplemente para poder cocinar los, cada vez más caros, alimentos que necesitamos para poder sobrevivir.

Claro, algo que usa la totalidad de la población, no puede estar exento de intereses económicos de las grandes empresas eléctricas que, al fin y a la postre, están detrás todas las decisiones que se toman a nivel político e institucional en materia energética.

Algo que debemos tener claro es que ni el carbón ni la energía nuclear son energías para el futuro, son fuentes de energía a extinguir, por altamente contaminantes, insostenibles, peligrosa (en el caso de la nuclear) y caras. Pero el presente no puede ser enviar al ostracismo, a la pobreza y al abandono a las poblaciones y a las zonas que dependen de esas actividades económicas.

Podemos estar en contra de esas fuentes de energía, es legítimo y es lógico sabiendo además que hay tecnología suficiente para desarrollar otras fuentes más eficientes, menos contaminantes, más baratas y con proyección de futuro, que pueden solucionar gran parte del problema del paro y del déficit de producción energética que vive este país.

Pero antes de cerrar una planta tan importante como la de Garoña para el norte de Burgos, y provincias colindantes; antes de cerrar las cuencas carboníferas en Asturias, Palencia, Teruel, etc, hay que pensar en las miles de familias que dependen de esas actividades; hay que pensar en las zonas, mayoritariamente rurales, que serán abandonadas en una nueva migración por carecer de futuro. Hay que sentir el clamor de las gentes que necesitan soluciones, no cierres por las buenas y allá se busquen las castañas...

No se puede hacer cesar una actividad económica por muy deficitaria que sea, o por muchos intereses que existan si antes no se ha especificado un plan alternativo de desarrollo de la zona afectada, lo cual no se hace de la noche a la mañana. Se necesita un plan real, sostenible y realizable de reubicación de trabajadores, con formación de las personas para la nueva  o nuevas actividades, incentivar a las empresas para que se instalen y sean alternativa real a lo que se quiere desmantelar. Se necesita un plan de desarrollo comarcal, contando con las administraciones locales y con la opinión de las familias afectadas por el cambio. Y por supuesto no se puede dar como alternativa a una familia que emigre, que deje su hogar, su vida y empiece de nuevo en algún otro sitio.

El cierre de una planta como Garoña, es positivo en el aspecto de seguridad nuclear, menos residuos, etc. Pero el echo de que se cierre de la noche a la mañana es mucho más negativo que positivo, ya que es un cese de actividad, el cual va a echar al traste toda la zona de influencia de la planta. 

Señoras y señores, antes de exigir el cierre de una central nuclear, al igual que pedir el cese de la minería o cualquier otra actividad, hay que dotar a las familias y a la zona de una alternativa, de un plan de desarrollo sostenible.

Cierre de Garoña ¡SI!, pero no ahora, pero no sin alternativa para las familias afectadas. Aquí vuelvo a destacar la necesidad de la apuesta de las administraciones públicas por las energías renovables. Una planta de biomasa que se implante en lugar de Garoña, podría absorber a los trabajadores que se envían a la calle al cerrar la nuclear. La apuesta por las energías denominadas verdes, sería una fuente inagotable de empleo, son una alternativa real a las fuentes tradicionales, son más eficientes y baratas. 

Pero actualmente con las políticas que se llevan a cabo desde el gobierno central y autonómicos, que gravan más esas actividades, que no fomentan sino entorpecen la implantación de empresas de biomasa, solares, eólicas, etc. porque ceden a los intereses de las eléctricas, es difícil desarrollar este plan. Un plan que soluciona una realidad en crisis.

Si algún valiente se atreviera a fomentar las fuentes energéticas renovables, se solucionan en poco tiempo los siguientes temas que agravan la crisis actual:

- Desempleo. Estos nuevos modelos energéticos, son fuente de millones de empleos directos, ya no digamos de indirecto. Evita la emigración de ingenieros a otros países, por lo que se recupera la inversión que el estado pone en su educación.
- Desarrollo de zonas rurales. Estos nuevos modelos es obligatorio implantarlos en zonas rurales, por lo que fomentarían el retorno de la población a las zonas rurales, desarrollando esas zonas que actualmente sufren abandono y subdesarrollo.
- Se reduce el déficit energético de España: Este país gasta una gran parte del presupuesto en comprar energía a terceros. Con un nuevo modelo energético y políticas basado en renovables, podríamos, en pocos años, ser autosuficientes. Por lo que el ahorro es considerable.
- Se reduce al mínimo, el riesgo de incendio forestal. La máxima de que "un monte que tiene valor, no arde" es cierto. Con la biomasa se consigue un doble objetivo, tener limpios los montes y ponerles en valor, es decir, que produzcan dinero. Un dinero que repercute en las comarcas donde se hayan ubicados. Además el aprovechamiento de biomasa es compatible con otros aprovechamientos forestales, ganaderos o agrícolas y de ocio. Un monte que da dinero y puestos de trabajo, un monte abierto a los usos de la población colindante, un monte limpio de biomasa seca, un monte sin continuidad vertical de combustible, reduce en gran medida el factor humano como riesgo de incendio.

Todo esto genera dinero, genera puestos de trabajo y genera recaudación de impuestos, tanto que no habría hecho falta ningún rescate ni ningún recorte.

Siento haberme alargado en este post, pero considero necesario hacer ver alternativas a los lectores y hacer pensar que el cerrar una actividad de un día para otro es más perjudicial que beneficioso y que son los intereses de las grandes empresas eléctricas las que mueven la política energética actual.

Saludos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Acabo de leer tu blog y aunque no comparto gran parte del mismo, te felicito por haber tratado uno de los temas más escabrosos sobre el cierre de garoña, el empleo.

Yo nunca me he definido com una persona ecologista, ya que una de mis ideas, es que todos los tipos de energías deben contribuir en el sistema energético, tanto energías limpias, como las "sucias".

Sobre la propuesta que realizabas para que construyeran una central de biomasa, no creo que tenga mucho sentido, ya que sus dimensiones deberían ser enormes para soportar a tanta gente, en mi pueblo tenemos una pequeña, y donde trabajan 5 personas, en el parque eólico solo 3 personas (parque eólico de 78 molinos).

Mi opción es la de simplemente renovar. Realzar una nueva central y cerrar la existente.

Tambien en las centrales térmicas y aerogeneradres.

Con todo ello si se generaria puesto de trabajo, porque a pesar de que las asociaciones ecologistas no lo quieren ver una central de estas características da dinero y vida al pueblo. Un ejemplo es el mismo pueblo de Garoña, donde con apenas 300 habitantes, todos ellos tienen servicios como uno de 600, medico, farmacia propia, tiendas...etc. algo que se paga con el dinero de los impuestos de la planta.

Finalmente concluir que en su página web solo dos asociaciones ecologistas nombran al empleo, para en una decir que se generarán más puestos de trabajo para su desmantelamiento, algo que es como en el caso de Vandellos o Zorita, Pan para hoy y hambre para mañana. Y en la segunda lo que dicen es que debe ser prioridad de los agente sociales y govierno, una forma sutil de escurrir el bulto ya que los empleos del desmantelamiento no duran más de tres o cuatro años.